Coches eléctricos y conducción autónoma: ¿Qué esperar?

Ariadna Arias - OCTUBRE 29, 2025 - Tipos de cargadores

Coches eléctricos y conducción autónoma: ¿Qué esperar?

Los coches eléctricos y la conducción autónoma están convergiendo para redefinir el futuro de la movilidad. Lo que antes parecía ciencia ficción hoy es una realidad en desarrollo: vehículos silenciosos, eficientes y capaces de conducirse sin intervención humana comienzan a circular por nuestras ciudades. ¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? ¿Dejaremos de conducir para dejar paso a los coches automáticos?

Coches eléctricos y la conducción automática

La conducción autónoma tiene como objetivo desarrollar vehículos capaces de moverse sin intervención humana, interpretando su entorno para reaccionar ante imprevistos en tiempo real, algo que consiguen gracias a una combinación de sensores, radares, cámaras y sistemas de inteligencia artificial. Un coche autónomo detecta peatones, lee señales de tráfico, anticipa movimientos de otros vehículos y calcula rutas más seguras gracias a una tecnología de Inteligencia Artificial muy avanzada. Ya existen ciudades, como Londres, donde circulan vehículos eléctricos sin conductor por circuitos cerrados, llevando a pasajeros de un lado a otro. Incluso si no te has fijado, están ahí.

Cuando hablamos de conducción autónoma diferenciamos distintos niveles de autonomía, que se clasifican del 0 al 5. El nivel 0 implica control total por parte del conductor. El nivel 5 describe un vehículo completamente autónomo, sin volante ni pedales. Hoy, la mayoría de los modelos en circulación se sitúa entre los niveles 2 y 3, donde el coche puede gestionar ciertas funciones, pero el conductor debe mantenerse atento.

El objetivo es llegar al nivel 5, pero pasar del 3 es ya un reto. Un informe reciente, llamado “Mercado de vehículos autónomos 2025-2045” de IDTechEx ha destacado que nos estamos acercando ya al avance hacia el Nivel 3 de automatización, donde el vehículo asume el control en determinadas condiciones sin requerir la supervisión constante del conductor. Fabricantes como Mercedes-Benz ya han implementado esta tecnología con su sistema “Drive Pilot”, autorizado en Alemania, California y Nevada. BMW también ha obtenido la aprobación para el Nivel 3 en su Serie 7, mientras que Ford prueba esta tecnología en circuitos cerrados, con la intención de lanzarla comercialmente en 2026.

Desafíos y barreras

Uno de los principales retos para los vehículos autónomos y eléctricos es la infraestructura, ya que la red de carga para vehículos eléctricos sigue siendo insuficiente en muchas regiones. La escasez de puntos de recarga rápida y la falta de integración con el sistema eléctrico generan cuellos de botella en la adopción masiva. Además, los vehículos autónomos requieren estar conectados a la nube, y para ello tendrán que esperar a que el desarrollo de la tecnología 5G sea uniforme. La gestión del big data generado por estos vehículos plantea también desafíos técnicos, desde el almacenamiento hasta la ciberseguridad.

Por otro lado, la legislación avanza más lento que la tecnología, y la conducción autónoma ya nos está obligando a replantear los marcos normativos vigentes: ¿Quién responde ante un accidente? ¿El fabricante, el usuario, el algoritmo? En el Nivel 3, el coche asume el control en determinadas condiciones, pero la frontera entre la intervención humana y la automatización se resquebraja.

A esto se suman los dilemas éticos, ya que la programación de decisiones en situaciones de riesgo genera debate. Si has visto “Yo, Robot”(SPOILER) te sonará el dilema del robot que salvó al adulto en vez de a la niña durante un accidente de tráfico porque calculó que tenía más probabilidades de sobrevivir, lo que desde un punto de vista ético y moral estaría mal. Aunque no vaya a ocurrir justo eso, puedes imaginarte la problemática.

Y después está el tema de la percepción social. La aceptación de los coches autónomos no es inmediata: hay desconfianza en la capacidad de las máquinas para tomar decisiones. Los errores de sistemas en fase de pruebas, por mínimos que sean, amplifican el temor colectivo. Y los conductores, acostumbrados a tener el control, no se lo cederán fácilmente a una máquina.

¿Qué podemos esperar en los próximos 10 años?

Lo más probable es que, en la próxima década, los modelos eléctricos representarán una proporción creciente del mercado global de automóviles. Según las estimaciones de BloombergNEF, para 2035 más de la mitad de los coches vendidos en el mundo serán eléctricos. Esta transformación irá acompañada del desarrollo de nuevas generaciones de baterías, más ligeras, más duraderas y más rápidas de cargar.

En paralelo, la conducción autónoma avanzará hacia los niveles más altos de automatización. El Nivel 3 empezará a normalizarse en entornos controlados, mientras que los niveles 4 y 5 podrían llegar a sectores específicos como el transporte de mercancías, el reparto urbano o los servicios robotaxi.

Todo este cambio planteará un reto para los Gobiernos, cuyas normativas y leyes tendrán que adaptarse a la nueva movilidad. Se espera un endurecimiento progresivo de las normativas de emisiones, el fin de las subvenciones a los combustibles fósiles y el refuerzo de los incentivos a la electrificación. También se establecerán nuevos marcos legales para regular la circulación de vehículos autónomos. La definición de responsabilidades legales, la homologación de sistemas de inteligencia artificial y la protección de los datos del usuario serán puntos críticos en la agenda legislativa.

Ya por último, el concepto de movilidad como servicio (MaaS) cobrará protagonismo. Se trata de un modelo en el que el usuario accede al transporte como un servicio digital integrado. Plataformas únicas ofrecerán opciones que combinan vehículos autónomos, bicicletas, transporte público y soluciones compartidas. En general, se va a reducir necesidad de propiedad individual del vehículo y para favorecer una movilidad compartida. Las ciudades, por su parte, rediseñarán sus infraestructuras para acoger esta nueva forma de desplazamiento.

Incluso si personas y empresas se niegan a este cambio, lo cierto es que es necesario. La gasolina, al ser una energía no renovable, terminará acabándose. El paso a la movilidad eléctrica tiene una motivación sostenible, y también realista: el mundo debe enfrentarse a la problemática de la escasez de combustibles fósiles, y la electricidad es la respuesta. ¿Lo será en conjunto con la conducción automática?

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